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Mis bisabuelos maternos: Antonio y Antonia María

Llevo mucho tiempo buscando información de dos de mis ancestros sin lograr resultados.

También llevo mucho tiempo arrastrando un sobrepeso del cual no logro liberarme. Me muevo entre los 66 y los 67 kgs y da igual lo que haga, no bajo de ningún modo. Nada me funciona, ni comer menos, ni hacer ejercicio, ni salir a pasear, ni moverme más ni hacer dieta.

Así que pienso que puede haber algo más, algo que no es mío.

Hace unas semanas, esa información que se resistía a revelarse comenzó a llegar a mi. Ambos antepasados son dos bisabuelos de mi rama materna: la madre de mi abuela y el padre de mi abuelo. Y, casualmente, uno de los grandes conflictos de mi madre siempre fue… su peso.

Recibí primero la información de que mi bisabuela, llamada Antonia María (recordemos aquí que mi madre se llama Antonia), cuyo fallecimiento yo buscaba en mi pueblo (por eso de que aquí en Galicia, la muerte es algo que se vive en familia) había muerto en la ciudad, allá por los años 50 y terminó enterrada en el cementerio municipal de Coruña, en una tumba de tierra que ni siquiera existe.

Lo curioso de este descubrimiento es que tuvo 9 hijos, igual que mi abuela materna, María Manuela Visitación, que también tuvo 9 hijos, sólo que mi bisabuela tuvo 3 mujeres y 6 varones y mi abuela tuvo 2 varones y 7 mujeres.

Lo que me llama la atención de este suceso es que, a la fecha de la muerte de mi bisabuela Antonia María, ocurrida un 13 de febrero de 1953 (mi madre nació el 11 de febrero de 1933, siendo, por lo tanto, heredera universal de su abuela, ya que esta fallece años después del nacimiento de mi madre), 7 de sus 9 hijos todavía estaban vivos y ninguno la reclamó para llevarla de vuelta al pueblo y enterrarla allí.

¿Qué ocurrió para que ninguno de sus hijos se hiciera cargo de su difunta madre? ¿Por qué fallece sola, a los 78 años, después de haberse quedado viuda con 9 hijos 30 años atrás de su marido, llamado Manuel, y cómo salió adelante y terminó viviendo en un bajo de una casa en las afueras de la gran ciudad?

¿Cuál es la historia de mi bisabuela que mi madre hereda, al coincidir sus fechas, y qué camino le pidió mi bisabuela Antonia María a mi madre Antonia que repitiera o que cambiara porque ella no supo hacer de otro modo?

Curiosamente mi madre terminó ejerciendo la profesión de modista, cuya simbología es la de coser y mantener unida a la familia, ¿algo que quizás mi bisabuela no logró y de lo que se arrepintió toda su vida?

En este momento sigo investigando lo sucedido con mi bisabuela para comprender mi propia historia. Sólo una breve nota aclaratoria: falleció de endocarditis, cuya resonancia es “esto me arranca el corazón, me rompe el corazón, mi corazón está destrozado” ¿fue acaso el hecho de que sus 7 hijos no quisieran saber de ella lo que más le dolió?

¿Y por parte de mi otro antepasado, mi otro bisabuelo materno, llamado también Antonio, qué ocurre en ese lado del árbol?

Mi bisabuelo Antonio se casó con una mujer llamada igual que esa otra bisabuela materna: María Antonia, quién además era… modista. Ambos contrajeron matrimonio un 12 de febrero y mi madre nació un 11 de febrero. Nada, nada es casual en esta vida.

Varias veces solicité al ayuntamiento la partida de defunción de este bisabuelo y varias veces me contestaron que no constaba por ningún lado. Incluso en una ocasión me permitieron a mi misma consultar los libros y ni yo conseguí localizar su fallecimiento. Y, por experiencia se, que la ausencia de información es una pista en sí misma.

Mis sospechas se confirmaron cuando recibí unas cuantas partidas de defunción hace unas semanas, entre las cuales, esta vez sí, estaba la de mi bisabuelo Antonio, nacido un 17 de junio de 1872. Yo nací el 20 de junio, soy por lo tanto, su doble por lo que su historia y la mía, de un modo u otro, están unidas.

Pero lo realmente asombroso fue descubrir que mi bisabuelo falleció un 23 de febrero, que es el día que nació mi exmarido. Y no sólo eso, sino que en el momento de su muerte tenía 66 años y 4 meses y ¿recuerdas cómo empezaba este relato, con mi peso estancado entre los 66 y los 67 kgs?

Mi bisabuelo falleció de tuberculosis pulmonar, cuya resonancia, según la biodescodificación, tiene que ver con una amenaza o pérdida de territorio, bien sea una pérdida real (perder una casa, a su mujer, un hijo, su trabajo) o simbólica (tener miedo a perder algo). Uno de los síntomas que produce la tuberculosis es la pérdida de peso.

¿Qué perdió mi bisabuelo Antonio, que probablemente, por la resonancia de los árboles espejo sea lo mismo que perdió mi otra bisabuela Antonia María?

Los hijos.

Mi bisabuelo Antonio tuvo 6 hijos, todos varones: Pedro, Manuel, Manuel María, Joaquín (mi abuelo materno), Lisardo y Antonio Agustín. El primogénito, Pedro emigró a América y nunca más se supo de él. El segundo, Manuel, falleció un 24 de diciembre de 1899 cuando tenía sólo un año de edad. El tercero, Manuel María, nacido el 28 de septiembre de 1900 (un fantasma horizontal en toda regla, fruto de la fiestamanía que se produce derivada de la muerte de un ser querido -y si echamos cuentas van 9 meses exactos desde la muerte de Manuel hasta el nacimiento de su hermano Manuel María), emigró también a América y desapareció de la vida de su padre.

Así que es bastante probable que ahí esté el conflicto que vivió mi bisabuelo y sus pérdidas. Porque mi madre se casó con mi padre, que se llamaba Manuel, y que nació tal día como un 20 de diciembre de 1931, siendo así doble de ese hermano de su padre, intentando traerle de vuelta simbólicamente.

Esos dos Manueles, el niño fallecido y el otro perdido por América, son ambos dobles míos y, con este descubrimiento, comprendo todavía más de dónde viene ese impulso que siento últimamente por cruzar el Atlántico. No sólo viene por la línea de mi padre, por aquel hermano de mi abuelo que también emigró a Estados Unidos, sino también por la de mi madre, para buscar a esos que se fueron y cuya partida tanto dolor produjo.

Curiosamente, por eso de que cuando buscas SIEMPRE ENCUENTRAS, descubrí que mis padres emigraron a Alemania en una fecha distinta a la que yo creía. Yo pensaba que se habían marchado a finales de los años 50 pero lo hicieron una década más tarde: en el año… 1967, otra vez el 67 dándome pistas de lo sucedido. Curiosamente también, el día que aparece registrado en el Consulado de Alemania como su entrada es el 23 de noviembre, es decir: 9 meses exactos de diferencia con el cumpleaños de mi exmarido, el 23 de febrero, quien, casualmente, también puso tierra de por medio con su familia, 600 kilómetros nada menos, justificando dicha partida primero por su relación conmigo y ahora para estar más cerca de sus hijos.

Un último apunte por si aún dudas de que TODA LA INFORMACIÓN está en el árbol, en las fechas, los nombres y las coincidencias: del mismo modo que la tuberculosis provoca la pérdida de peso, cuando falleció mi padre, Manuel, lo más destacado de su físico fue la drástica pérdida de peso que sufrió, mermado por el cáncer. Era un esqueleto andante. Mi padre también había sufrido una gran pérdida de territorio: el amor de su mujer, de su madre y de sus hermanas, también se sentía invisible, y tan invisible se sintió que su cuerpo manifestó su sentir.

Quizá por eso yo ahora no logre perder peso, para hacerme más visible, para que mis hijos y mi familia me vean, para traer simbólicamente de vuelta a todos esos que se fueron y “desaparecieron” quedando en el olvido, rondando el 66 y el 67.  

Quizá también esta historia, con kilos de más de por medio, esté detrás del sobrepeso que también arrastra mi hijo mayor, nacido un 3 de mayo, el mismo día que falleció mi padre, convirtiéndose así en yaciente vertical de su abuelo. Mi hijo Diego no soporta el calor y viste todo el año de corto (pantalones y camisetas), una resonancia quizás de la frialdad asociada a la muerte. A la muerte de su abuelo, ocurrida aquel 3 de mayo de 1992. Mi hijo tiene 16 años y 16 son los kilos que siento que me sobran…

Y es que todo se entrelaza, inconscientemente, en esta vida. ¿O acaso lo dudas?

«Los secretos más grandes se ocultan siempre en los lugares más inverosímiles»

Roal Dahl
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