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Secretos, secretos, secretos

Nunca dejaré de maravillarme por la sincronía del Universo.

Cada vez que veo cómo la historia de nuestros antepasados se entreteje con la nuestra propia una sonrisa ilumina mi cara.

Esta semana recibí tres documentos que confirmaban mis sospechas sobre la hermana pequeña de mi abuela materna: que había sido madre soltera por partida doble en los años 50, ahí es nada!!

Hoy lo vemos como algo natural pero para comprender los dramas del árbol transgeneracional debemos trasladarnos a la época de nuestros ancestros, y, en este caso, remontarnos 70 años en el pasado.

Corría el año 1952 cuando mi tía abuela, de 29 años de edad, supuestamente viuda (algo que todavía tengo que confirmar porque en en uno de los documentos pone que estaba soltera) daba a luz a un niño el 14 de abril, registrándolo con el nombre de Plácido. El nombre del padre queda en blanco, es más, aparece tachado, así como el de sus abuelos paternos.

Este nombre, Plácido, de buenas a primeras podemos pensar que significa grato, apacible, sosegado… pero tiene otra acepción: es el participio del verbo «placer». Y como en transgeneracional los nombres reflejan una parte de la historia, podemos intuir que su concepción resultó ser algo placentero, por lo menos para su madre, de quien es doble por fecha de nacimiento.

Este niño consta que nace en el que por aquel entonces era el domicilio de su madre, la calle FC 14. Sin embargo, según ha llegado a mis oídos, por esta época, mi tía abuela Josefa vivía con su propia madre, de quien se hacía cargo pues tenía ya 78 años y fallecería a los pocos meses de este nacimiento, en concreto el 13 de febrero de 1953 a causa de una endocarditis. En el momento de su fallecimiento se registra que mi tia abuela vivía en un bajo de la calle AS 8, por lo que cabe suponer que también vivían ahí su hija y su nieto. Quizá se mudaron de vivienda pues ambas casas distaban entre si apenas 180 metros.

Cuando fallece mi tía abuela, en febrero de 1953, su nieto tenía 10 meses de edad. Quizás este fue el motivo por el cual su hija Josefa no llamó a nadie de la familia del pueblo (ya que vivían en la ciudad) para avisar de la muerte de su madre y notificó el hecho varios días después, cuando ya había sido enterrada. ¿Se avergonzaba de haber sido madre soltera? ¿Llamó a su hijo Plácido porque en realidad ella disfrutaba de su vida sexual pero su familia no aprobaba su conducta?

Pasó el tiempo y, cinco años más tarde, el 8 de octubre de 1957, mi tía abuela Josefa dió a luz a otro hijo, nuevamente un varón, a quien puso de nombre José Antonio. Desafortunadamente este niño sólo vivió un mes. Falleció a causa de una bronconeumonía el 8 de noviembre de 1957 (era doble de mi madre por nombre, por fecha de defunción y por resonancia en la causa del fallecimiento). Tanto su nacimiento como su defunción se registraron en un domicilio diferente: en el primer piso de la calle SS 56. En ambas partirdas, la de nacimiento y la de defunción, el nombre del padre aparece en blanco, con una línea de lado a lado cruzando este apartado.

Un segundo hijo fruto de ¿una vida loca? En cualquier caso se trata de un segundo hijo, estando soltera, en 1957. Recordemos la importancia de trasladarnos a la época en cuestión. Eso debió de ser, de un modo u otro, una ENORME mancha en la familia. De ahí la compulsión de todas las mujeres de mi rama materna por limpiar y vestir de forma «inmaculada» y «pulcra». Y yo me casé con un hombre cuya familia era todo lo contrario: la limpieza y la pulcritud brillaban por su ausencia.

¿Ves la resonancia?

Lo curioso de esta historia es que en la partida de nacimiento de Plácido, al margen, hay una nota que indica que se procede a registrar como padre del niño a un tal Antonio. Dicho reconocimiento tiene lugar el 12 de junio de 1973. (Yo nací un 20 de junio).

Mi tía abuela Josefa, viuda (o soltera, quien sabe…) terminó contrayendo matrimonio el 22 de diciembre de 1982 (nuevamente esta fecha está en línea conmigo) con un hombre llamado Antonio, nacido el 22 de mayo de 1922 (doble de mi exmarido por fecha de nacimiento). Estaba divorciado y vivía en la calle AS 8, el mismo domicilio que tenía Josefa, y el mismo donde falleció mi bisabuela.

Divagando, y entrelazando cabos, se me ocurre que quizás Josefa tenía una relación con Antonio cuando este todavía estaba casado, que el tal Plácido era hijo suyo y que no lo reconoció hasta que se divorció. Y aunque se trata sólo de una conjetura de mi imaginación, teniendo en cuenta que todas las intuiciones que tuve anteriormente no iban desencaminadas, puede que esta historia no sólo hable de hijos nacidos fuera del matrimonio sino también de pecar manteniendo relaciones con un hombre casado, de quien además se embaraza, probablemente por partida doble. O sea: más trapos sucios que lavar en la familia…

Aún más curioso resulta el hecho de las coincidencias en las fechas de nacimiento, ya que mi tía abuela María Josefa nació el 24 de abril de 1921 y falleció el 3 de mayo de 2004. La resonancia, en este caso, la lleva mi hijo mayor Diego, nacido el 3 de mayo de 2005, justo un año después de su muerte. Pero también es doble de ella por fecha de nacimiento así que la historia de Josefa es también su historia.

¿Es acaso esta la historia por la cual Diego siente un rechazo exagerado al hecho de tener relaciones sexuales con alguien?

Es algo desproporcionado pues, a sus 16 años, en plena adolescencia, sus hormonas deberían estar haciendo un trabajo completamente diferente, pero no ocurre eso. En su lugar bromea diciendo que él será como Sheldon Cooper, el protagonista de Big Bang Theory, y que se buscará una novia como Amy, con quien únicamente tiene relaciones sexuales una vez al año…

Porque claro, el placer que hizo que Plácido viera la luz, no estaba bien visto en la familia y las historias SIEMPRE se repiten, o haciendo lo mismo, o justamente lo contrario, por exceso o por defecto, pero el drama, el secreto, es el mismo.

Mi tía abuela tuvo que esperar 21 años a que el padre de su hijo lo reconociera como tal.

Lo sorprendente del transgeneracional es cómo el Universo guarda la memoria de algo ocurrido décadas atrás y lo reproduce en el presente para buscar sacar a la luz la historia dolorosa: mi hijo Diego, cuando tenía unos 10-11 años de edad escuchó a su padre decirle literalmente «no mereces ser hijo mío».

En ese preciso instante se grabó en la mente de mi hijo ese tremendo decreto, y probablemente la emoción asociada a ese dramático evento fuese la misma que sintió mi tía abuela Josefa, al ver como, año tras año, el padre de su hijo no lo reconocía como hijo suyo.

«Todo lo que no remonta a la consciencia, vuelve en forma de destino»

Carl G. Jung
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Esta entrada tiene un comentario

  1. Miriam Ruth

    Soy la primera hija de mis padres. Mí mama se casó embarazada de dos meses, en 1956. Mí padre me lo dio a entender cuando yo tenía 10 años. Con mí mama, cuya edad es 86, lo pude hablar hace un par de meses, a pesar de que ella evitaba el tema

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