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Los hijos ilegítimos

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Hace tiempo leí que la agenesia (falta de desarrollo del germen dentario) del diente número 8 o, lo que es lo mismo: las muelas del juicio, estaba relacionado con una historia de «miseria espiritual» y dicha ausencia se correspondía con un secreto de índole sexual que se encontraba en el árbol transgeneracional.

A mi no me ha salido ninguna de las 4 muelas del juicio y puedo dar fe de que en mi árbol los secretos que más se han afanado por ocultar han sido los relacionados con temas sexuales.

Yo me considero una persona curiosa, en su acepción de «persona inclinada a aprender/descubrir lo que no conoce».

En mi familia hay una frase relacionada con esta característica que yo escuché de pequeña hasta el hartazgo: «la curiosidad mató al gato», una de las expresiones más utilizadas para indicarle a alguien que no hay que hacer demasiadas preguntas, o que no se deben traspasar ciertos límites buscando respuestas.

Sin embargo, para descubrir el orígen de esta expresión hay que remontarse a la Inglaterra del siglo XVI, cuando el dramaturgo Ben Johnson en su obra de 1598 «Every man in his humour» empleó por primera vez la expresión «Care will kill a cat» que, con el tiempo, terminó transformándose en lo que hoy conocemos como «Curiosity killed the cat» o «la curiosidad mató al gato».

Inicialmente significaba que la enorme cautela mataba al gato y tenía que ver con la medicina, ya que hacía referencia a que la excesiva inquietud era una actitud perjudicial para la salud de las personas. La analogía con los felinos está más que clara: se debe a que son animales cautos con todos sus movimientos.

Un estudio realizado en el año 2001, publicado en «Annual Positive Psychology Summit» reveló que las personas que demostraban una enorme cantidad de curiosidad, experimentaban grandes niveles de satisfacción en la vida y tenían experiencias interpersonales más positivas, así que yo me quedo con esta característica, negativa para algunos, pero positiva para mi.

Retomando el tema inicial del relato, los secretos relacionados con mis muelas del juicio, cada vez que recibo información de mis antepasados, todo apunta a temas sexuales, como no podía ser de otro modo.

Si has leído las historias anteriores, sabrás que estaba investigando la historia de mi bisabuela María Antonia. La curiosidad me llevó a descubrir que ni mis muelas ni mi intuición andaban desencaminadas y que el hecho de que hubiera fallecido lejos de sus hijos en la capital tenía que ver con este tema.

Cuando mi abuela se quedó viuda, allá por agosto del año 1922 (hace justo 99 años), tuvo que sacar adelante a sus 8 hijos de los cuales Josefa, contaba con apenas un año de edad. Con el paso del tiempo, mi abuela, la primogénita, forzaría la salida de la casa familiar quedándose embarazada sin estar casada a los 3 años de haber fallecido su padre. De los 5 varones hermanos suyos, 4 se casaron y otro parece que optó por entrar en el Seminario en la Coruña, donde fallecería muy joven, por lo visto asesinado durante la Guerra Civil, algo que también estoy investigando. Así que quedan las dos hermanas pequeñas, una sordomuda, descartada por su dolencia, y la benjamina, aquella que apenas tenía un añito cuando se quedó huérfana de padre.

Y aquí se oculta el secreto.

¿Por qué lo se?

Fácil: Josefa falleció el 3 de mayo de 2004 y mi hijo mayor Diego nació el 3 de mayo de 2005, un fantasma vertical o yaciente en toda regla y, como veremos, aunque mi hijo todavía es muy joven (16 años) repiten historia con polaridades totalmente opuestas: una con un deseo extremo de tener relaciones sexuales, otro con una apatía total hacia ellas juzgándolas como algo sucio e indeseable.

Por lo que llegó a mis oidos, parece ser que la tal Josefa siguió los pasos de su madre en lo que respecta a la viudedad, y perdió a su primer marido muy joven, con veintitantos años. Pero parece ser que para sobrellevar la pérdida optó por buscarse quien le «calentara la cama» (expresión literal que me transmitió la persona que me narró la historia) y por lo visto eran más de uno los hombres encargados de tal menester. Tal era el trajín de hombres que osaban entrar en casa de a mi tía abuela que mi abuelo prohibió a mis tías ir a visitar a su abuela porque no quería que vieran a sus hijas en aquella casa que era un lugar indigno, dónde solo había fiesta, griterío y despiporre. Y en medio de aquel trajín, mi bisabuela viendo como su hija se daba a la «mala vida» motivo por el cual perdía a sus otros hijos y nietos.

Al final parece ser que la tal Josefa se volvió a casar con un hombre de Coruña y allá se fue con él, a comenzar una nueva vida, llevándose a su madre, mi bisabuela, con ella a la ciudad, donde falleció sola, ya que Josefa avisó a la familia cuando su madre ya estaba enterrada, varios días después del acontecimiento, supongo que dolida porque no aceptaran su forma de vivir la vida.

La historia no acaba aquí, sino que el destino, tan maravilloso él (y por eso siempre insisto cuando alguien me dice que no tiene datos sobre la familia en que confíe que la información SIEMPRE llega del modo más insospechado) me regaló otro hermoso tesoro.

Buscando al hermano de Josefa, aquel Juan José cuya pista me indicaba que había sido asesinado siendo cura en la ciudad, resultó que en el Registro se equivocaron (por llamarlo de algún modo, ya que yo no creo en las equivocaciones) y me enviaron la partida de otro hombre. La confusión estaba en que tenía los mismos apellidos que mi tía abuela Josefa, por lo que podría tratarse de ese hermano. Pero resulta que no era su hermano, sino su hijo, un niño al que llamó José Antonio, nacido el 8/10/1956 en la ciudad y fallecido al mes exacto de su nacimiento, el 8/11/1956, de una bronconeumonía, la enfermedad por la que fallecían todos los niños de mi familia en el siglo pasado.

Lo curioso de este equívoco radica en que en la partida se recoge únicamente el nombre de la madre, Josefa, de ahí que lleve sus mismos apellidos. El padre… a saber quién era, cuando se desconocía o no quería reconocer al hijo se le ponían los dos apellidos de la madre. Además, el domicilio de Josefa en el momento de la muerte del niño ya no era el mismo en el que había fallecido mi bisabuela, 3 años antes, por lo que es probable que el padre del niño tampoco fuese ese segundo marido que me contaron que fue quien se la llevó a la ciudad.

Por si no fueran pocas las «causalidades», el niño lleva el mismo nombre de mi madre Antonia, fallece de una enfermedad respiratoria (mi madre tenía asma) y comparten la fecha de defunción: 8 de noviembre y 11 de noviembre respectivamente.

Ya sabía yo que el hecho de que mis dos hijos, David y Eva, sean gemelos simbólicos, no era una casualidad. Tal y como recoge Enric Corbera en su libro «Visión cuántica del Transgeneracional», cuando encontramos gemelos simbólicos en el árbol (dos hermanos con misma fecha de nacimiento o concepción) sabemos, con toda seguridad, que entre sus ancestros hubo incestos o hijos ilegítimos.

Y cuanto más sacio mi curiosidad gatuna más descubro que, en mi árbol familiar, los hijos ilegítimos están por todas partes, entendiendo como tal cualquier hijo nacido «fuera del matrimonio», ya que rigen las creencias del clan: mis dos abuelas se casaron embarazadas, mis bisabuelos paternos también, el hombre que ejerció de figura paterna de mi padre era hijo de soltera, ahora esta tal Josefa y su hijo José Antonio…

Las proyecciones del inconsciente nos permiten encontrar las creencias, los programas de nuestros ancestros con una simple pregunta ¿qué es lo que más te molesta de alguien? En mi familia lo que más se criticaba era la «falta de limpieza» y «la ligereza de cascos y de ropa en las mujeres». Las enfermedades de los antepasados también transmiten información: el asma alérgica hace referencia a temas sexuales, así que, como ves, la información resuena incluso aunque no tengas fechas.

Así que dime ¿todavía crees que tu árbol no esconde todo lo que necesitas descubrir para sanar?

“Cuando te detienes, tus padres, tus abuelos y todos tus ancestros también se detienen. Cuando eres capaz de dar un paso como persona libre todos tus ancestros, presentes en cada célula de tu cuerpo, también caminan en libertad. Si eres capaz de dejar de correr y caminar libremente, expresas el amor, la fidelidad y la devoción más concretos e intensos a tus padres y a todos tus ancestros.”

Thick Nhat Hanh

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