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Familia numerosa, cesáreas, lactancia…

Los excesos nunca son buenos. Sin embargo, en el caso del transgeneracional nos sirven para desentrañar historias de nuestros antepasados.

Pensemos en la maternidad, en temas como la lactancia, el número de hijos o el nacimiento por parto natural o por cesárea y veremos con ejemplos a qué me refiero.

Un programa muy común en el árbol es el de “no tener hijos” y esto puede verse reflejado bien porque la persona no tiene ningún hijo o bien justo por la polaridad contraria: teniendo muchos, es exactamente lo mismo.

Mi bisabuela materna tuvo 9 hijos, mi abuela materna repitió la historia dando a luz a otros 9 hijos, mi madre sólo me tuvo a mi, yo tengo 4, invirtiendo nuevamente la historia pero, al final, el programa es el mismo, porque yo antes de convertirme en madre decía que “no quería tener hijos porque no me gustaban los niños”. El conflicto es el mismo en mi, en mi madre y en mi abuela.

Este programa se refleja también en el modo de nacer, ya que cuando tenemos que hacer una cesárea es porque llevamos un programa de no tener hijos. Yo nací por cesárea. Mis dos hijos varones nacieron por cesárea.
Mi búsqueda de un parto natural a raíz del nacimiento de mi primer hijo, algo que se convirtió casi en una obsesión para mi, se trata también de un exceso, ya que el mismo programa nos impulsa a luchar contra él. Cuando yo quería tener a mi segundo hijo por parto natural tuve problemas porque rompía el programa de mis antepasados, por eso terminó siendo otra cesárea.

Yo llevo además dos programas: el de la abuela y la bisabuela de no tener hijos, pues tuvieron 9 hijos y además, en el caso de mi abuela, el embarazo se produce antes de estar casada (y se casa por ese motivo), y el mismo programa de mi madre, que me tuvo a mi por cesárea, empleando la cesárea como solución para que los hijos no mueran al nacer, ya que a mi abuela se le muere una niña justo antes de mi madre, a los pocos días de haber nacido en casa… de parto natural, llamada igual que ella: Antonia. En mi caso, la solución al programa de mi madre, mi abuela y mi bisabuela, la aportó mi hija Eva, nacida por parto natural en casa, sin ningún tipo de asistencia y sobreviviendo.

Pero hay más excesos: la lactancia. En mi caso, con mi primer hijo la lactancia fue un tremendo fracaso. Sacaleches, pechos sangrando, dolor y, por último, él desarrolló una intolerancia a las proteínas de leche de vaca, reflejando, con ella, el conflicto que yo tenía en aquel momento de separación, ya que, por aquel entonces, trabajaba en Santiago, a 70 kms de mi casa, y tenía que dejar a mi hijo en la guardería cuando deseaba estar con él. Cuando renuncié a mi trabajo para ocuparme de su crianza, su alergia desapareció sin más.

El programa de la intolerancia a la lactosa o a las PLV es sentirse mala madre, un programa de estructura familiar. Yo sentía que no había esa estructura ya que en vez de ejercer de madre ejercía de trabajadora, yéndome de casa y dejando a mi hijo al cargo de un desconocido. Las proteínas de leche de vaca son las que dan esa estructura y por eso mi hijo no las absorbía.

Con sus hermanos ocurrió todo lo contrario. David fue a quien más amamanté, casi 5 años, un claro exceso desde el punto de vista del transgeneracional. Cuando nació su hermana él casi se había destetado, mejor dicho: yo lo había destetado, pero al nacer Eva volvió a engancharse y terminó mamando con su hermana, en tándem, casi hasta que la desteté a ella, cuando el cansancio hizo mella en mi.

Amamantar a un hijo tanto tiempo no es biológico, por lo tanto estaba reparando el placer de amamantar o de ser amamantada que ni yo ni mi madre tuvimos. Es un programa: la necesidad que tenía por un lado mi madre de sentirse hija y también madre, por otro lado, yo también, y por último igualmente de la abuela, que seguramente tampoco amamantara durante mucho tiempo porque no creo que pudiera hacerlo al tener que ocuparse de muchos hijos y de las tareas del campo y la casa. Probablemente la abuela tampoco sentía demasiado afecto hacia sus hijos y no lo demostraba porque ella tampoco recibía afecto de su marido, en reflejo de lo que tampoco recibió de su madre, y así la historia sigue, y sigue… La lógica del árbol, en este caso, es la de reparar un programa de hijos no deseados e impedir que nazcan, motivada por la gran falta de alimento emocional por parte de las mujeres (yo, mi madre, mi abuela, mi bisabuela…).

Estos problemas de nacimiento demuestran que la abuela no quería tener hijos, a pesar de que tuvo 9 (y lo mismo vale para la bisabuela), muy probablemente porque no amaba a su marido o porque este le fuera infiel, o ambas cosas, algo que el árbol refleja en el hecho de que mis bisabuelos estaban en incesto simbólico (ambos son dobles por fecha de nacimiento), un programa que se refleja en no tener hijos o en tener demasiados.

Y como en transgeneracional la historia de una persona suele ser la misma que la de la pareja, para el caso de mis bisabuelos paternos ocurrió exactamente lo mismo: embarazos fuera del matrimonio y muchos hijos, 6 para el caso de una de ellas.

En mi caso, además, mi hijo David, el que más amamantó, durante una temporada, tiempo después de dejar de darle pecho, comenzó a mostrar bruxismo de forma exagerada, mordiendo incluso la madera de la cama por la noche. Fue en un momento en el que decidí dejar de colechar con los 3 y les puse una habitación con una cama para cada uno de ellos y yo dormía en otra habitación, justo al lado de la suya, pero yo sola. Eso provocó en él, el más apegado a mi (y además doble mío por fecha) el bruxismo: no recibir el placer que le daba el alimento emocional de dormir con mamá. Recordemos que el mayor placer para un recién nacido es el alimento materno y su contacto físico.

Por último, mencionar el hecho de que hubiesen sido sólo mis dos hijos varones los que nacieron por cesárea, lo cual indica que llevo también un programa de “resentimiento contra los hombres del clan” o “varones peligrosos”, heredado de mis bisabuelos, de quienes soy doble.

Lo soy de mi bisabuela materna por parte de madre, Antonia María, quien enviuda a los 46 años con 8 hijos a su cargo, más otro noveno a quien perdió a los 15 días de su nacimiento, hijo que era varón, llamado Jose Antonio, fallecido a causa de una meningitis tuberculosa. Se programa entonces ese resentimiento hacia el hombre, por haber muerto y haberla dejado con 8 hijos a su cargo y, por otro lado, está el peligro de esa muerte de un niño que había nacido de forma natural en casa.

También soy doble de mi bisabuelo materno por parte de padre, Antonio, nacido tras la muerte de su hermano, un año antes, llamado como él Antonio, un yaciente en toda regla, y que también es doble mío. Mi bisabuelo sólo engendró varones, otro exceso. Falleció el mismo día que nació mi ex marido.

Por la otra rama de mi familia, la paterna, soy doble de mi abuelo, quien deja embarazada a mi abuela sin estar casados, siendo además 18 años más mayor que ella, nuevamente el programa “varones peligrosos” aparece en el árbol, y el “resentimiento” también está claro pues mi abuelo estuvo embarcado y solo venía a casa para hacerle hijos a mi abuela, cabe imaginar que resentiría tener un marido sólo para que la embarazara.

Además, soy heredera universal de mi padre, quien probablemente sintió también un gran resentimiento hacia su padre, por el abandono, de ahí que mis padres solo me tuvieran a mi, hija única, y que fuese mujer. Y, por el lado de mi madre, que es doble de mi exmarido, el resentimiento viene hacia su padre, al ver cómo seguía haciendole hijos a su madre, bebiendo, maltratándola…

Por último, la resonancia con la familia de mi exmarido está en que igualmente llevábamos el mismo programa, ya que él tiene 3 hermanos (y recordemos que, en términos extrictamente biológicos, más de 2 hijos es un exceso) e igualmente sus padres son hijos de familias numerosas: 7 hermanos por parte de su padre (entre los cuales sólo hubo una mujer) y 9 por parte de su madre. Mi exmarido quería tener más hijos, mínimo 4 decía, si hubiese seguido casada quién sabe cuantos hijos más habría engendrado…

El árbol SIEMPRE habla, incluso sin fechas puedes ver cual es la resonancia que tus antepasados te intentan hacer llegar. Cualquier conflicto que tengas, a día de hoy, se esconde en la historia familiar. Así que dime ¿a qué esperas para conocer la tuya?

«Tú no eliges a tu familia. Ellos son un regalo de Dios para tí, como tú lo eres para ellos»

Desmond Tutu
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