Siempre había tenido una manía que le resultaba un tanto curiosa cuando se ponía a pensar en ella. Y es que le daba por comprar determinadas cosas siempre de dos en dos. Dos botes de salsa de tomate, dos botellas de suavizante, dos camisetas, dos plantas para su jardín…
La decisión no era lo suyo. Y lo cierto es que siempre dudaba entre un par de cosas, no tres ni cuatro, sólo dos. Así que creía que esa rareza tenía que venir de algún lado.
Desde niña siempre sintió que le faltaba un hermano. Un varón más mayor que ella. No sabía muy bien por qué. En varias ocasiones había interrogado a su madre al respecto, preguntándole si había sufrido algún aborto antes de tenerla a ella. La respuesta que obtenía siempre era una rotunda negativa junto con el enfado de su progenitora por cuestionarla en ese tema. La interrupción del embarazo era tabú para toda su familia.
Sea como fuere, durante muchos años notó en sus carnes la falta de ese hermano. Y, a pesar de los intentos frustrados por borrar esa absurda idea de su cabeza, no lo consiguió.
Pasó el tiempo y un día conoció a un joven con quien se sentía increíblemente a gusto. A pesar de que ambos tenían el castellano como lengua materna, el inglés les unió y cuando estaban juntos sólo hablaban en ese idioma. Compartían los mismos gustos musicales, les gustaba el mismo tipo de películas, tenían intereses idénticos en cuestiones de crecimiento personal y sus valores eran los mismos. Disfrutaban de la compañía uno del otro y eso hizo que empezaran una relación a las pocas semanas de conocerse.
Un buen día, volviendo de una cita mañanera, ella comentó que le encantaba patinar sobre hielo. El contestó asombrado que también era uno de sus deportes favoritos. Mientras le respondía que parecía que fuesen gemelos, por todas las afinidades que compartían, aquella frase hizo «clic» en su cabeza.
En el camino de regreso a casa, después de haberse despedido, empezó a encajar las piezas del puzle. En realidad sus fechas de nacimiento coincidían, eran dobles, en términos de transgeneracional. Se dió cuenta de que en él no veía a una pareja sino a aquel hermano suyo que tanto había echado de menos.
Apenas unos días más tarde, su madre la llamó por teléfono. Sin saber muy bien cómo ni porqué, empezaron a charlar sobre el pasado y de repente escuchó cómo su madre le contaba que, mientras estaba embarazada de ella, había tenido un sangrado y había estado unos días ingresada en el hospital por aquel motivo.
Allí estaba!!. La respuesta a la pregunta que tantas veces ella le había planteado directamente, ahora surgía de forma velada y disimulada. El aborto de aquel hermano que siempre había sentido que le faltaba. Y no es que sólo fuese su hermano, sino que ¡había compartido el útero de su madre con un gemelo!. Con razón ella era géminis.
Comprendió que había llegado el momento de dejar de buscar ese hermano perdido. Y terminó con aquella breve relación, esta vez sin sentir ninguna carga al respecto. Ni culpa, ni resentimiento, ni odio. Sólo alivio. La inundó una ola de paz interior. Era como si por fin pudiera enterrar el pasado con absoluta tranquilidad.
Comprendió también porqué dos de sus hijos eran dobles uno del otro y la razón por la que se llevaban tan bien entre ellos. El mayor: un niño, la pequeña una niña. Entre ellos un vínculo tan fuerte como el que ella había sentido con su gemelo fantasma. El inconsciente una vez más se había salido con la suya.
Desde entonces, cada vez que se sorprende a sí misma en el supermercado, metiendo dos yogures de cada sabor en el carro, sonríe para sus adentros y, con un guiño, le dice a su hermano ficticio, «vale, uno para tí y otro para mí».
«Cuando el alumno está preparado
aparece el maestro»
Proverbio Zen