En este momento estás viendo La energía de tu dormitorio

La energía de tu dormitorio

  • Autor de la entrada:
  • Categoría de la entrada:Energía
  • Comentarios de la entrada:2 comentarios

Según el Feng Shui, un sistema filosófico chino cuyos orígenes se remontan alrededor del año 618 de nuestra era, la ubicación del dormitorio, la posición de la cama y el cabecero de la misma influyen en gran medida en nuestra vida.

Desde niña mi gran problema ha sido la falta de seguridad y no sólo eso sino que en muchas facetas de mi vida he tenido la sensación de que me encontraba “encarcelada”.

¿Tiene esto que yo sentía algo que ver con las diversas camas que han abrigado mis horas de sueño a lo largo de mis años?

Después de reflexionar largo y tendido y hacer balance del tipo de camas que he tenido, así como la ubicación de las mismas en los diferentes dormitorios que han sido testigos de mis momentos de descanso, puedo concluir con un rotundo SÍ.

Los primeros meses de vida los pasé durmiendo en una cuna de barrotes blancos que mi padre había fabricado con todo su cariño, haciendo honor a su profesión de carpintero. Recuerdo vagamente dicha cuna porque durante años vi sus restos guardados en el fallado de nuestra casa. La cabecera, única parte sin barrotes, estaba adornada con una pegatina de un animalillo en un intento de hacerla más amorosa.

Cuando crecí y la cuna se quedó pequeña, mi padre volvió a ponerse manos a la obra y construyó un mueble empotrado para mi habitación formado por una cama abatible con dos armarios simétricos, uno a cada lado. La idea de dicho mueble se basaba en ganar espacio para el dormitorio pues mi cuarto era muy pequeño y así, con la cama plegada durante el día, tenía sitio para jugar en él sin molestar a mis padres. Por la noche la cama se abría, se bajaban las dos patas de metal gris que durante el día yacían escondidas y me iba a dormir.

El cabecero de aquella cama quedaba literalmente en el medio de la habitación, al aire. No estaba apoyado sobre ninguna pared. Para salvar este pequeño detalle mi padre reconvirtió uno de los laterales de la que había sido mi cuna en el cabecero de mi nueva cama, para evitar que la almohada se cayera al suelo mientras dormía. Le colocó unas bisagras y nuevamente aquellos barrotes de color blanco siguieron velando mi sueño por la noche y plegándose sobre el colchón durante el día durante casi 15 años.

Por si no fuera poco, mi cama se ubicaba en lo que se conoce como la posición de muerto, con mis pies justo en frente de la puerta. Una puerta cuya madera tenía unas betas que formaban una cara espantosa al más puro estilo del grito de Edvard Munch que me daba pavor. Si cierro mis ojos todavía recuerdo aquella imagen y el miedo que sentía pensando en que había un alma allí encerrada que por las noches se iba a salir de la puerta a venir a por mi.

Cuando tenía alrededor de 17 años mi padre me construyó otra habitación acorde con mi edad, con una cama más grande de 1,35m, dos mesillas, un aparador con espejo y un armario hasta el techo. Recuerdo que le había dicho que quería un estilo de líneas modernas, liso y de color negro, pero en lugar de eso terminé con un dormitorio clásico, lleno de torneados y con la madera con un color espantoso, pues en vez de barnizarla mi padre la pintó de color marrón y todas las betas quedaron ocultas afeándola todavía más. El cabecero de aquella cama tenía, ¡cómo no! barrotes gruesos y torneados, no en vano esa era una de las especialidades de mi padre. Y el piecero de la cama mostraba, igualmente, más palitroques tallados y redondeados.

Recuerdo que en aquella habitación apenas quedaba espacio para moverse, había demasiados muebles para lo pequeña que era, más diminuta que el que había sido mi cuarto hasta aquel momento, y con más cosas llenándola hasta los topes. Vamos, que el Chi, no tenía por donde moverse. Si ya me chocaba yo con las esquinas cuando me levantaba de la cama la energía se daba de bruces igualmente con ellas. En aquel cuarto el cabecero terminó colocado en línea con la puerta de entrada, sencillamente porque era la única pared donde se podía ubicar, quedando fuera de mi campo de visión quien entraba o salía de mi habitación.

Cuando mi padre falleció, me mudé con mi madre a un piso en la ciudad y aquel dormitorio se fue conmigo. En la nueva habitación el espacio seguía siendo un problema. Mi padre había hecho los muebles a medida del espacio de la que había sido nuestra casa y encajarlos en una nueva estancia, que tenía dos enormes columnas en medio y medio, resultaba más complicado que hacer encaje de bolillos. Una de las puertas del armario sólo habría hasta la mitad porque se chocaba con el piecero de la cama y para pasar hacia un lado de habitación tenía que ponerme de lado. Lo que si se repitió fue la posición del cabecero, que volvió a estar en línea con la puerta, quedando la entrada a mis espaldas.

Cuando comencé a trabajar viví en 5 pisos más, en los que los dormitorios siempre tenían cabeceros con barrotes.

Con mi matrimonio llegó la compra de lo que sería nuestro hogar durante 7 años: un piso a cuyo dormitorio principal se accedía a través de un estrecho pasillo. Nuevamente la puerta quedaba oculta a la vista. El cabecero, que escogí yo misma para nuestro lecho matrimonial, fue un modelo de forja clásico de Peña Vargas, con 7 barrotes de metal enlazados entre si formando un diseño que yo consideré en aquel momento como algo ligero y sencillo.

En 2010 regresé a mi antigua casa, al que hoy es mi hogar, y aquí mi habitación pasó por tres cuartos diferentes. Inicialmente la habitación principal ocupó la estancia más grande de la planta superior, abuhardillada y con gruesas vigas de madera en el techo. En ella colocamos un colchón de dos metros y otro de metro y medio juntos para poder colechar con nuestros 3 hijos cómodamente. Presidiendo un lado de aquella cama gigante de 3,5 metros el cabecero de forja del dormitorio anterior, los restantes dos metros descansaban sobre una pared vacía, sin ningún soporte, sobre una pared que quedaba justo en frente de la puerta, con mis pies nuevamente en la posición del muerto.

Con el divorcio y por cuestiones de practicidad, trasladé el dormitorio principal a la planta baja de la casa, ya que allí era donde pasábamos la mayor parte del día los niños y yo y dejé así las dos plantas superiores para alquilar a través de Airbnb. Curiosamente en esta temporada el cuarto que sirvió de lugar de descanso era el más pequeño, frío y oscuro de toda la casa, pues está orientado al norte, es el único al que no le da el sol y está semienterrado, al tratarse de una vivienda a dos alturas. Allí, aquellos dos colchones gigantes, que descansaban sobre sendos arcones rígidos de madera, ocupaban la práctica totalidad del espacio, quedando sitio únicamente para una pequeña mesilla de noche y apenas 30 cms a los pies para poder bajar de la cama. Parecía que estuviera enterrada literalmente bajo tierra.

Un par de años después sentí la necesidad de recolocar las habitaciones de nuestro hogar, unido al hecho de que los niños también querían tener su propio espacio y así fue como nos mudamos de la planta baja a la segunda, con el techo abuhardillado de madera y aquellas rígidas vigas de madera sobre nuestras cabezas, velando nuestros sueños.

Escogí para ubicar mi cuarto una estancia ubicada al suroeste, muy soleada y con una ventana velux en el tejado que quedaba a mi altura. La que había sido la habitación principal cuando nos mudamos tenía también este tipo de ventanas, pero se habían colocado mucho más altas y me imposibilitaban abrirlas sin tener que subirme a un taburete, por lo que me resultaba un dormitorio muy incómodo. Además, sentía que al haber sido la habitación donde había compartido los momentos previos a mi divorcio, la energía que acumulada en ella me resultaba muy negativa.

A mi siempre me han gustado los cabeceros de forja, supongo que aquella habitación que me hizo mi padre en madera con un diseño que nada que tenía que ver con lo que yo realmente quería, me llevó, inconscientemente, a descartar los cabeceros de madera para mis camas. Cierto día estando en Ikea vi una cama de metal blanca, imitando a la forja, de la que me enamoré y decidí que, algún día, tendría aquella cama, cuyo modelo se llamaba Leirvik. Me parecía un diseño que desprendía tanto romanticismo y que invitaba a acurrucarse en ella…

Y eso fue lo que ocurrió, poco tiempo después. Montaría mi dormitorio con una cama cuyo cabecero tenía una parte con formas sinuosas pero cuya mitad inferior, la que queda a la altura de la almohada y la cabeza, estaba compuesta por barrotes blancos, como la cuna en la que había pasado los primeros meses de mi vida. El piecero también tenía también barrotes, así que todos los días, antes de dormirme, lo último que veía, eran unas rejas delante de mis pies, inconscientemente una clara metáfora de estar en una carcel. Además, dado que el techo abuhardillado dejaba poco espacio útil en la mitad del dormitorio, escogí para colocar mi cama la pared que quedaba en línea con la puerta de entrada, volviendo a quedarme sin visión exterior de mi cuarto.

Con el tiempo me di cuenta de que no descansaba bien por las noches, tenía pesadillas, mi sueño era ligero, me despertaba muchas veces y en ocasiones me costaba conciliarlo durante toda la noche. En ese momento el Feng Shui llegó a mi vida, y, cuanto más leía sobre ello, más me daba cuenta de que, en todo este tiempo, mi cama siempre había estado ubicada de forma equivocada, y que el material del que estaba hecho era el menos indicado: forja, metal y barrotes simulando una cárcel.

Así fue como decidí aplicar ciertos cambios a mi dormitorio y ver si influían en mi descanso, en mi seguridad y en la sensación de sentirme encerrada.

Cambié la posición de la cama hacia un lado desde el cual veo la puerta de entrada y toda la estancia, ubicándola ahora en lo que se conoce como “posición de poder”. Eliminé el cabecero de metal y los barrotes de mi cama, dejándola abierta por la parte de los pies y colocando un cabecero temporal de tela a la espera de poder hacerme con uno más sólido de madera cuando pueda desplazarme a otro municipio a comprar uno nuevo o a por materiales para construirlo yo misma. Cambié el armario de posición, pues una de las puertas tiene un espejo que antes reflejaba mi cama, y dejé de estar justo debajo de una gran lámpara colgante que se sostiene desde el techo con… dos gruesas cadenas.

¡Cómo es el inconsciente!

Recuerdo que una buena amiga, muy zen ella, el día que le enseñé mi nuevo dormitorio me comentó que la habitación le parecía muy bonita excepto por la lámpara. Subrayó que esos gruesos eslabones pendiendo sobre mi cabeza no le transmitían buen rollo. Yo no le di mayor importancia en aquel momento, pues estaba emocionada y cegada por mi nueva adquisición, pero ahora se que mi amiga sí tenía razón.

Por último, para tapar las vigas, esas que me parecían tan bonitas y que le dan encanto a esta parte de la casa, coloqué una tela con motivos florales, a modo de dosel, pues no se pueden quitar, ya que ocultan las vigas de metal que sostienen el techo de la vivienda.He añadido otras cosas más para mejorar la energía en diversas partes de nuestro hogar, pero, sobre todo, he sido consciente de la importancia de escoger muy bien el diseño del cabecero de una cama y la posición de la misma dentro del dormitorio.

Inconscientemente, el hecho de no ver la puerta desde la cama o de haber dormido, durante cinco décadas, a la sombra de unos barrotes, unas veces de madera y otras de metal, ha tenido mucho que ver con esa sensación de inseguridad y de sentirme encarcelada que me ha acompañado durante toda mi vida. Desde que he realizado estos cambios he comenzado a dormir mucho mejor, mis sueños han cambiado por completo y me siento mucho más segura, razón de más para seguir estudiando este arte milenario.

Y lo más curioso de toda esta historia es que no hace mucho descubrí que el Feng Shui tiene sus raíces en el I-Ching lo cual me llevó de vuelta a mi tierna infancia, a aquella habitación donde yo pasaba mis tardes a solas, a la sombra de aquella silueta de Munch entre las vetas de la puerta. Yo tenía un libro titulado “Manual de los jóvenes castores”, cuyos protagonistas eran los 3 patos sobrinos de Donald. En este pequeño libro había un apartado que captó mi atención desde el primer día, se titulaba “I-Ching” y trataba sobre el arte de hacer preguntas y recibir respuestas en función de unas tiradas con una moneda. Me pasaría tardes enteras, a mis 12-13 años, haciéndole preguntas y estudiando las respuestas que aquel librito me devolvía, sin ni siquiera ser consciente de su verdadero significado.

Lo que es la vida… Todo esto ya estaba en mi interior desde que era una niña y, durante años, lo relegué al olvido. Hoy, conscientemente, le doy la bienvenida a mi mundo y le agradezco a mi madre que me hubiera comprado aquel pequeño libro, así como todas las enseñanzas que, a su manera, intentaron transmitirme tanto ella como mi padre relacionadas con este y otros temas similares.

Si te resuena este relato y te interesa saber si tu cama está bien posicionada dentro de tu dormitorio esto es lo que debes de tener en cuenta:

* Debe ubicarse en la posición de poder, es decir, desde ella debes de ver la puerta del dormitorio y cuanto más alejada esté de ella tanto mejor. No debe colocarse en una pared paralela a la puerta, en una pared que dé al baño o en una pared bajo una ventana. Tampoco debería colocarse entre la pared y u a ventana porque esa posición corta la circulación de energía en la habitación. La posición de poder se llama así porque proporciona seguridad al dominar desde ella todo el dormitorio y poder ver quién entra o sale del mismo. Tampoco debe colocarse la cama justo en frente de la puerta, con los pies en línea con ella, pues esto se conoce como la posición del muerto (antiguamente el muerto salía del dormitorio “con los pies por delante”).

* Debe tener un cabecero sólido y rígido, de madera, y estar asentado firmemente en el suelo. No se descansar en una cama sin cabecero o con un cabecero de metal pues esto proporciona sensación de inseguridad en la vida.

* Debajo de la cama debe haber sitio. No se recomiendan arcones o canapés ni tampoco guardar trastos/ropa debajo de ella. La energía debe circular libremente por debajo de la cama.

* Evita colocar la cama debajo de vigas. Si están en horizontal sobre la cama pueden provocar molestias físicas en la zona del cuerpo sobre la que caen, si están en vertical pueden provocar desavenencias en la pareja. Tampoco es recomendable colocar lámparas colgantes sobre la cama, ventiladores o cosas similares. Si no puedes salvar las vigas coloca un dosel sobre tu cama (por algo la realeza dormía en este tipo de camas…)

Si te interesa saber más en internet encontrarás montones de libros e información al respecto. Créeme, merece la pena. El inconsciente es muy sutil a la hora de manifestar ciertas cosas en tu vida y, aunque parezca una tontería, cuidar el espacio de nuestra casa en el que pasamos una tercera parte de nuestras vidas, merece la pena.

[elementor-template id="808"]

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Elens

    Hola, creo que mi cama esta bien posicionada en la actualidad.
    Otra cosa es que esta repleta de cosas y eso no me gusta, como toda esta casa.
    Mi madre ha comprado y acumulado a lo largo de todo el tiempo del que soy consciente.
    Yo soy una persona poco organizada al igual que ella, sin embargo mi hermana es extremadamente ordenada y limpia hasta lo enfermizo.
    La falta de orden no me gusta, pero nunca ha estado en mi el ordenar hasta que no soportaba ver las cosas en ese estado.
    Ha tenido mucho que ver a mi juicio con el stress vivido en mi vida profesional y como esto provocaba el estar permanente mente cansada. Nada que ver con el estado actual que no me permite llevar una vida normal.

    1. bego

      Si bien los excesos (orden y limpieza hasta lo enfermizo) reflejan conflictos internos o incluso transgeneracionales, el orden es algo que debemos cuidar en los espacios donde vivimos.
      Así como es adentro es afuera, o lo que es lo mismo, si en nuestro exterior hay desorden ocurrirá lo mismo en nuestro interior, es un mero reflejo. Es imposible tener ordenada nuestra mente y disfrutar de claridad mental si a nuestro alrededor sólo hay caos y desorden.

Deja una respuesta